La vuelta al origen, a la memoria colectiva.
El acervo común que se transmite de generación en generación.
La explicación del presente como resultado del pasado.
Eso es el mito.
Un entramado complejo en el que se fusionan lo prodigioso y lo extraordinario con lo esencial y lo cotidiano, como un modelo de comportamientos y de valores.
Cuidar al máximo el detalle y la escenificación para cautivar a la audiencia.
Innovar, transformar, adaptar, fusionar versiones como interpretación personal de una historia colectiva.
Eso, de alguna manera, también es el mito.
Una ceremonia que se repite periódicamente y se respeta como un ritual.
Algo que define la condición humana.
Una celebración de lo cotidiano.
Eso, en cierto modo, también es el mito.
La verdad es que las personas estamos hambrientas de mitos.
Porque nos cuentan cómo algo ha nacido, cómo ha comenzado a ser.
Porque el mito muestra la importancia del contexto del que parte.
Porque cumple una función social: inspira y pervive.
Pandora es un restaurante familiar fundado en 1998. Pero, sobre todo, es la casa donde Alejandro Villa se crio, donde descubrió su genio creativo y dio los primeros pasos de su carrera profesional, dispuesto a reinventar el mito.
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